El fin de semana del 11 y 12 de agosto fuimos a volar a Pátzcuaro, el pronóstico era bueno y teníamos expectativas de vuelo muy altas. Resultó que hacia Zirahuén (sur) había tormenta y no pudimos volar por mucho tiempo.
El primero en salir fue Carlos y subió muy bien, voló hacia atrás pero estaba la nube de tormenta que lo detuvo y después de un rato bajó junto a la caseta de cobro, detrás del despegue. Salieron Lucas y Marco, les costaba maś trabajo subir, mientras Lucas subía yo despegué, lo vi volar hacia el este, hacia Pátzcuaro, y sobre una torre de alta tensión encontró una buena termal. No aseguré mi altura y volé hacia él, llegué muy bajo, más bajo que la altura del despegue y ya no podía regresar, tampoco alcancé la termal, tenía opciones de aterrizaje abajo pero iba tener que caminar bastante hasta la carretera, así que me agarré del relieve y solo me concentré en subir. Poco a poco fuí recuperando altura y deshaciendo camino. Después de un buen rato de trabajar logré regresar al despegue y subí de nuevo, ya tenía asegurado mi aterrizaje el oficial, ahí estaba Marco y la recogida es mucho más fácil. Atraś del despegue estaba la nube de tormenta, así que subí un poco y volé hacia el sol, fue un planeo muy tranquilo hasta aterrizar junto a Marco.
Me gustó mucho haber trabajado tanto para no bajar y poder regresar al despegue, ¡mejor regresar volando que caminando!.
El día siguiente, el domingo, estuvo más flojo, apenas nos pudimos sostener por un momento en la ladera. Me gustaría estar volando mucho más, pero en éstos días podemos entrenar el vuelo en condiciones suaves, y nos da mucha sensibilidad en el manejo. Tenemos que aprovechar al máximo cada ascendencia, cada apoyo que nos da el cerro.
No podemos esperar condiciones de vuelo espectaculares todo el año, pero si podemos aprovechar al máximo lo que nos ofrece el día, aunque solo sea un descenso suave.
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